domingo, 24 de abril de 2011

¡QUIÉN SABE CUÁNTOS FRAUDES ÚTILES HAY EN LA NATURALEZA, CUÁNTAS ILUSIONES…!



El título de este artículo es una frase extraída del cuento de Chejov “En casa” traducido por Juan López Morillas. El fraude ha sido creado por la naturaleza ¡que se lo digan a las abejas y a las orquídeas! Pero en la naturaleza hasta el fraude es auténtico.
Hoy es domingo de resurrección y me he levantado con este pensamiento, al mismo tiempo que escucho el concierto que todas las primaveras nos regalan la multitud de pájaros que son vecinos nuestros. En frente nuestro se extiende el campo y dos chalets pareados, uno es un gallinero, con un gallo que cumple religiosamente con su labor de despertador, aunque es imposible programarlo, otro es la casa de dos perros que no se olvidan nunca de saludarnos cuando nos asomamos al balcón a darles los buenos días.
Hay que ser un músico experto para distinguir los múltiples sonidos. Puedo adivinar el silbato metálico del carbonero y a lo lejos el up, up, up de la abubilla. Todavía no identifico muchos más, pero estas sinfonías me son ya familiares.
Ya hace dos años que dejamos atrás los insustanciales bloques de ladrillos, ese barrio artificial, disimulado con la piscina y el pequeño tapete verde de la “urba”. Son estos barrios nuevos el gran símbolo del fraude social. Esa igualdad imposible a la que se ha empujado a nuestra sociedad, porque la única manera de igualar a todo el mundo es vulgarizándolo ¿Pude haber mayor alienación que la que reflejan estos barrios nuevos como, por ejemplo, ciudad “Valdeluz” a las afueras de Guadalajara, o los barrios en la periferia de Cuenca? ¿Pude alguien imaginarse las sobrecogedoras procesiones de la Semana Santa de Cuenca en sus barrios nuevos?
El adormecimiento de los sentidos se ha logrado con enorme éxito tanto en las sociedades capitalistas como en las comunistas. Ha vencido lógicamente la capitalista, pues una cosa es igualar a la baja pero en un primer piso, y otra bien distinta igualar en las alcantarillas. Y esto de recordar el comunismo no es gratuito. En los últimos días hemos leído a los maravillosos escritores rusos del XIX, Tolstoi, Dostoievski y Chejov. Hay que leerlos para ver la hermosa e inocente personalidad de los rusos antes de ser barridos por el comunismo. En los cuentos de Chejov y Tolstoi se puede observar la sociedad rusa del XIX y el sufrimiento de las personas sensibles ante las dolorosas vivencias. De Dostoievski recomendaros, por supuesto, “Crimen y castigo”, en donde, además de la denuncia social, se refleja puntillosamente la psicología del criminal y sus tormentos, los peligros que encierra el concepto fundamental del anarquismo (destrucción para regenerar) y las preocupaciones freudianas sobre los recovecos de la mente humana, todo ello escrito con un ligero toque esperpéntico de los personajes.
Me voy a tomar un enrome café con una inmensa tostada de pan con mantequilla de mis propias colmenas…

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